Curso: Construcciones                         Curso: Aprenda                  Taller: El Arte y Técnicas
de versos, estrofas y poemas                  a escribir cuentos.             de la Declamación Poética.

Histeria colectiva

 

Histeria colectiva

Las suposiciones, acompañadas de algarabía, causan efectos que en la mayoría de los casos se alejan de la realidad

 

La reacción del conductor y de los que iban en el autobús se produjo al mismo tiempo. Los neumáticos dejaron escapar el sonido característico. Las personas se sintieron empujadas hacia delante, viéndose obligadas a colocar sus manos en los asientos delanteros. El chofer se aferró con fuerza al timón y apretó los labios mientras abría al máximo sus ojos.

 

Un niño había aparecido de improvisto en medio de la carretera. No se escuchó el golpe del cuerpo al ser chocado por el autobús; pero se podía dar como un hecho que se encontraba muerto, quizás debajo de los neumáticos.

 

El conductor, apresurado, abrió la puerta y bajó al pavimento. Las dos maestras abandonaron sus asientos y salieron del transporte escolar con la intención de ayudar al niño, si aún estaba con vida.

 

Escudriñaron debajo del autobús, sin lograr ver nada. En los rostros de los estudiantes se reflejaba la inquietud ante lo ocurrido. El chófer y las maestras se miraban entre sí, sin decir nada. Buscaron por los alrededores, pero no encontraron el cuerpo ni señales de sangre.

 

—Hemos sido víctimas de una histeria colectiva ocasionada por algún fenómeno extraño— Justificó la directora. —Dentro del autobús hay mucha energía.

—Perdóneme, licenciada, pero yo vi al muchacho cuando intentó cruzar la carretera, tenía una camisa blanca y un pantalón azul.

—Sí, yo también creí verlo; pero no ha sido más que un fenómeno psicológico.

—Discúlpeme, licenciada, pero esto no fue psicología; eso fue real, yo lo vi claramente— Insistía el conductor.

—¿Usted está seguro de que lo vio?

—Claro que sí. Yo lo vi. Era un niño trigueño con los cabellos negros.

—Bien, si usted está tan seguro de haberlo visto, ¿podría decirme en dónde está el cuerpo?

—No sé, debería estar debajo del autobús— El chófer titubeó. —Quizás se tiró al suelo y cuando le pasamos por encima se levantó y corrió hacia esos arbustos.

—No, nada de eso ocurrió— Aseguró la directora. —Todo ha sido un fenómeno psicológico.

—Lucía, yo también vi al muchacho cuando lo íbamos a chocar— Señaló Altagracia, profesora de Ética y Formación Humana. —Dios sabrá porqué…

—No intente meter la religión en estos asuntos— Le reprochó la licenciada.

—Discúlpeme, señora directora, solo quería expresarle lo que vi— Dijo Altagracia con humildad y sumisión. —Creo que los estudiantes también vieron eso. ¿Qué les diremos?

—-La verdad. Les diremos que hemos sido víctimas de un fenómeno de histeria colectiva. Nosotros, como adultos, debemos entender que las suposiciones acompañadas de algarabía causan efectos que en la mayoría de los casos se alejan de la realidad

 

Al subir al autobús, las opiniones en contra de los criterios de la directora abundaron. Al poco rato, el conductor colocó música para hacer olvidar lo ocurrido, aunque él iba analizando el accidente sin dar credibilidad a lo dicho por la directora del plantel escolar.

 

La llegada al campamento se produjo a la hora indicada; los estudiantes fueron ubicados en grupos de seis, en sus respectivas habitaciones. Al poco rato se realizó el acto de bienvenida y se dio inicio a las actividades programadas.

 

—Está prohibido alejarse del campamento, no queremos que alguien pueda extraviarse en el bosque. Si ven algo raro, algún animal o cualquier cosa que consideren anormal, griten y pidan ayuda. No abran las ventanas. En cada habitación hay una alarma cerca de la puerta. Las luces se apagan a las 9:30, y a partir de ese momento a nadie se le permite salir de su dormitorio— Instruyó la encargada de seguridad.

 

El resto del día y la noche transcurrieron en completa normalidad; pero en la mañana siguiente se presentaron las circunstancias que obligaron a la cancelación de las actividades festivas y al cierre del campamento hasta nuevo aviso.

 

Los gritos de los estudiantes pidiendo ayuda alertaron a todo el personal que se encontraba en el campamento.

 

—¿Qué sucede?— Preguntó un guardia campestre.

—Un niño que se ahoga— Respondió uno de los alumnos, al tiempo que señalaba hacia el lago.

 

Un poco distante de la orilla, casi en medio del agua, algo parecido a una persona se movía. El señor desamarró la linterna que llevaba colgada en la cintura y se tiró al agua, nadando como un verdadero experto. Al aproximarse al lugar donde se producía el movimiento se zambulló. Los niños, las maestras y todo el personal del campamento aguardaban en la orilla. Al poco rato el señor subió a la superficie y volvió a sumergirse. Dos hombres y una mujer se tiraron al agua para ayudar a su compañero de trabajo en la búsqueda. Todo fue inútil, no encontraron el cuerpo.

 

—Dicen las personas que trabajan aquí que el lago no es muy hondo, que llegaron al fondo y rastrearon todo el lugar, pero no encontraron nada— Decía la directora del colegio cuando fue interrumpida por uno de los estudiantes.

—Sí, ya sabemos lo que usted va a decir: que todo fue un asunto de histeria colectiva.

—Eso es lo que posiblemente haya sucedido, a no ser que algún sapo o un pez haya hecho mover el agua y ustedes creyeron ver otra cosa.

 

Las dudas y la inconformidad de los alumnos hacia la directora obligaron a la administradora del campamento a llamar a los miembros de la Defensa Civil para que inspeccionaran el lago con equipos de buceo.

 

La búsqueda se inició cuarenta minutos después, y no habían transcurrido diez cuando uno de los buzos informó a sus superiores que en el fondo del lago había un cuerpo en descomposición.

 

Se introdujo una camilla compuesta por varias varillas y una red de alambres. Al poco rato los buzos subieron el cuerpo de un niño vestido con camisa blanca y un pantalón azul.

 

Los alumnos se miraron entre sí, como si comprendieran lo ocurrido; las maestras intercambiaron miradas; y el conductor, sin poder contenerse, expresó:

 

—¡Ah, con que todo se trata de histeria colectiva!

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