Curso: Construcciones                         Curso: Aprenda                  Taller: El Arte y Técnicas
de versos, estrofas y poemas                  a escribir cuentos.             de la Declamación Poética.

Los géneros literarios en los profesores, los estudiantes y las escuelas



Los géneros literarios
en los profesores, los estudiantes y las escuelas

Tomado del libro: El diálogo en la narrativa
Autor: Agustín Cruz Paulino



Aunque éste no es un libro de ensayos para tratar diferentes aspectos de la literatura sería inapropiado no emitir una opinión sobre la necesidad de que en las escuelas se capacite a los estudiantes acerca de las técnicas literarias. Si no emitiéramos un juicio al respecto nuestra conciencia nos mortificaría, debido a que siendo conscientes de esa realidad permanecimos callados, como cómplices de ese mal; y, en verdad, eso no podemos permitirlo.
             
            Es lamentable que los sistemas educativos, especialmente en Estados Unidos y América Latina, no incluyan en sus programas la necesidad y obligatoriedad de que los educadores dedicados a la enseñanza de la literatura tengan que saber manejar a la perfección las técnicas narrativas, poéticas y las del ensayo.

            Abundan en las escuelas y universidades profesores que imparten literatura que nunca han escrito un poema, un cuento, una novela o un ensayo; y uno se pregunta: ¿Cómo es que les colocan malas calificaciones a los estudiantes si ellos mismos no saben lo que están enseñando?

            No aspiramos a que todos los educadores del área de la literatura sean grandes escritores, aunque eso sería muy honroso para cualquier país; pero sí deberían, por lo menos, tener un poema de su propia autoría para presentárselo a sus alumnos y a las comunidades para las cuales laboran.

            ¡Qué futuro más prometedor tendría una nación si desde niños comenzáramos a aprender las técnicas de los diferentes géneros literarios y en las escuelas tuviéramos maestros que supieran lo que están enseñando!


Función del maestro en la enseñanza literaria

Tomado del libro: El diálogo en la narrativa
Autor: Agustín Cruz Paulino

            Para que nadie se llene de engaños: más que enseñar a un individuo el análisis de un texto literario, la función primordial de un educador sin importar la asignatura que imparta, es hacer de sus educandos personas críticas del ambiente que les rodea, dentro de los contextos educativos, políticos, económicos, cívicos, moral, jurídicos y religioso; pues, de no ser así estaríamos formando seres que podrían ocupar espacios en la sociedad como si fueran simples libros o computadoras llenos de informaciones que otros manejarán a sus antojos.

Erróneamente, muchos profesores, comunicadores teóricos que poco investigan y dirigentes políticos carentes de fundamentos ideológicos, entienden que los aspectos políticos y económicos no deben ser introducidos en las enseñanzas educativas, supuestamente porque eso “perjudica y acondiciona” el criterio de pensar de los alumnos. Eso es una verdadera estupidez.

Los sistemas políticos al elaborar los programas y textos educativos los condicionan a sus intereses, en todo el sentido de la palabra; y las grandes potencias que financian económicamente algunos programas escolares de nuestros mal llamados “países en vía de desarrollo” exigen que los contenidos de los textos y las metas a obtenerse no se salgan de los parámetros y estrategias que ellos han diseñado.

En muchos de nuestros países ha ocurrido que hasta los programas a impartirse en las escuelas, y otros para supuestamente capacitar a los profesores, se hacen en laboratorios político-educativos construidos y dirigidos por las grandes potencias para asegurar a largo plazo sus intereses en las diferentes regiones del planeta.

¿Quién ha dicho que a través de la matemática a nuestros estudiantes no podemos hacerlos individuos conscientes de la realidad económica que vive nuestro país y sus respectivas familias?

¿Cuál es el maestro que en la escuela le solicita a sus alumnos que investiguen la cantidad de arroz, habichuela, aceite, carnes, huevos, chocolate, pan, plátanos, leche y demás productos que se consumen en sus casas mensualmente, y que realicen las multiplicaciones y sumas de los precios de cada uno de esos productos, para luego comparar esa cantidad total con los salarios que reciben sus padres; y después de eso, entonces, hacerlos conscientes ─por sus propias conclusiones─, sobre las razones por las cuales sus progenitores no cuentan con recursos económicos para llevarlos de vacaciones a ciertos lugares o comprarles algunos juguetes, vestimentas u otros artículos que ya son indispensables para la vida en la sociedad compleja en que vivimos?

¿Cuál es el maestro que forma con sus estudiantes clubes ecológicos para enseñarles a recolectar y sembrar las semillas de mangos, aguacates, limones, naranjas, lechosas, guanábanas y de otras frutas que se consumen en los hogares? ¿A caso en clubes de esta naturaleza no sería más efectivo enseñar la necesidad de la reforestación y el cuidado del medio ambiente?

¿Cuánto dinero se ahorraría el país y cuál sería la calidad de vida de sus ciudadanos si sus habitantes recolectaran y sembraran las semillas de las frutas consumidas diariamente?

La educación que se imparte en las escuelas públicas y en las universidades estatales no es gratis, como ignorantemente expresan algunos; los recursos que en ellas se invierten provienen de los impuestos que se les cobran a los ciudadanos y a los empresarios, pues la capacidad productiva del Estado es muy ínfima para generar los recursos que necesitan las comunidades para su propio desarrollo y funcionamiento, sin importar que se trate de ciudades de Estados Unidos o América Latina.

Y las situaciones cada día son peores para la población debido a que muchos gobiernos aplican políticas y medidas neoliberales que conllevan a entregarle al sector privado importantes empresas que son patrimonio del pueblo, y cuando eso ocurre, y a los nuevos dueños lo que les interesa es ganar dinero, prontamente aumentan los precios de los artículos que producen y el Estado se ve en la obligación de subsidiar parte del costo de esas mercancías, lo que en mediano plazo se convierte en un mal negocio para la población, debido a que a partir de esos momentos las empresas ya no son del pueblo y los gobiernos se ven en la obligación hasta de exonerarles los impuestos que deben pagar esas empresas para importar y exportar las materias primarias y los productos terminados.

Claro, como todo se trata de intereses políticos y económicos, a los políticos entregados en cuerpo y alma al sistema corrupto que nos maltrata y estrangula, no les interesa que los profesores y estudiantes sean conscientes de estas realidades, debido a que eso conllevaría a los individuos a convertirse en cuestionadores del porqué ocurren ciertas cosas; y eso obligaría a las implementaciones de medidas que reducirían las ganancias de las multinacionales y traerían más beneficios para las poblaciones.

Esa es la realidad por la cual nuestros gobiernos están empeñados en que la educación pública sea cada vez más deficiente y que las universidades gradúen cada año a miles de profesionales que se convierten en innecesarios, ya que un gran número de ellos satura las ciudades, sumándose esos nuevos profesionales al carnaval de los desempleados. El que lo dude que se pregunte: ¿Cuántos abogados, periodistas y profesores, tenemos en cada uno de nuestros pueblos, y cuáles son las fuentes de trabajo que tienen esas comunidades para que ellos puedan desempeñarse en sus áreas profesionales?

Las poblaciones no tienen ideas de la cantidad de recursos económicos que necesita un Estado para crear un nuevo profesional. ¡Cuántos salarios son desperdiciados cada vez que tiramos a las calles a un profesional que no ejerce en toda su potencialidad la carrera que cursó! ¡Cuántas horas de estudios se han perdido! Y si reflexionamos sobre la escasa formación técnica y capacidad intelectual, revestida de ingeniosidad para insertarse con dignidad en el campo laboral que tienen los estudiantes que terminan los estudios secundarios, a cualquiera le da ganas de llorar.

Ese conjunto de incapacidad tiene su mayor grado de exhibición en las tantas jornadas de protestas, casi siempre con la suspensión de la docencia, que llevan a cabo los profesores en muchos lugares de Latinoamérica, los cuales siempre viven demandando aumentos salariales, pero nunca luchan para que los gobiernos ejecuten programas y proyectos para capacitarlos a ellos, como verdaderos educadores, pues, los profesores no son conscientes de lo que saben ni de lo que deben aprender para convertirse en verdaderos maestros.

Obtener un título en la universidad no convierte a una persona en maestro; la vocación y la capacidad individual es la que asigna a un educador esa hermosa categoría.

Los maestros deberían tener mejores salarios que los diputados y senadores. La verdad es que un maestro que tenga capacidad intelectual para ser educador y disponibilidad patriótica para enseñar es más importante para el futuro de la patria que un congresista. Ahora bien, aunque las escuelas están llenas de profesores los maestros son sumamente escasos.

Un maestro nunca se solidariza con la suspensión de la docencia por la exigencia de un aumento salarial; el mejor ejemplo lo constituye el humanista y pedagogo Don Eugenio María de Hostos, puertorriqueño de nacimiento, dominicano por solidaridad, antillano por convicción política; y hombre de bien, porque así lo quiso Dios.


¿Qué es lo más difícil para un narrador?

Tomado del libro: El diálogo en la narrativa
Autor: Agustín Cruz Paulino

Cuando se nos pregunta acerca de qué es lo más difícil para un narrador al momento de comenzar a escribir, las personas esperan que digamos que lo más importante es estar inspirado, pero al aclararle que si bien es cierto que la inspiración genera buenos pensamientos y nos da ánimo para formar un torrente de frases y oraciones, también es verdad que el intelectual no debe estar atado a que le llegue un momento de inspiración para escribir sus obras. El escritor consagrado a este oficio sabe que no importa si llueve o el sol esté radiante, o si se encuentra feliz, enfadado o desilusionado con una situación; él sabe que debe buscar elementos que les ayuden a crear sus temas.

No vaya usted a creer que basta con saber el tema sobre el cual se desea escribir; si así fuera el mundo de las letras todos los intelectuales escribirían sobre los diferentes aspectos de la vida, la política, la criminalidad, salud personal, medio ambiente, problemas que afectan a la juventud, la homosexualidad, las comunicaciones, las tecnologías, las guerras, la paz que tanto necesitamos; escribiríamos sobre Dios, sobre el diablo, sobre los ángeles y los demonios; en fin, tendríamos diariamente cientos de temas para llenar miles de páginas; pero eso no es lo más importante, como tampoco lo es el tiempo, los recursos económicos y el espacio físico en que nos encontremos.   

Un escritor puede tener millones de títulos sobre los cuales le gustaría escribir, y podría poseer una inmensa fortuna en sus cuentas bancarias, y hasta estar en una confortable oficina rodeado de objetos que les agranden su estado emocional; pero eso no es suficiente para escribir, pues le falta lo más importante. Usted se pregunta: ¿Qué es lo más importante?, y nosotros le decimos: conocer el inicio y el final de una historia.

Poseer un buen inicio y un buen final es la clave para lograr una buena obra, lógicamente, si se saben manejar los recursos de las técnicas narrativas.

El oficio del escritor es como el trabajo de un agricultor, ambos deben saber a la perfección qué harán en cada etapa de sus labores; quizás lo primero será el desmonte; después, el arado; luego, recoger las piedras; y continuará sembrando las semillas, haciendo las limpiezas del terreno, fumigando, abriendo los canales para que el terreno se moje; y cuando haya recogido la cosecha y la venda, entonces, ejecutará la última parte de su trabajo: invertir los recursos económicos en las cosas para las cuales realizó esas faenas, pues ningún agricultor se pone a trabajar sin tener un propósito determinado.

Como lo ha dicho el profesor Juan Bosch, en su excelente ensayo titulado “Apuntes sobre el arte de escribir cuentos”, un redactor de cuentos no puede ser como un individuo que sale de su casa a caminar por las calles sin saber para dónde va; porque, según lo expresado por Bosch, el cuento es como una flecha que se dispara hacia un lugar específico. El cuentista no puede comenzar a escribir algo sin saber hasta dónde llegará. El cuento ─desde que se concibe en la mente del escritor─, debe tener un comienzo y un final.

Algunos pueden decir que al escribirse una novela el autor sabe cómo iniciará su historia y que tiene ideas claras de cómo finalizará, pero que al ir desarrollando la trama les surgen ideas para variar el final que anteriormente se había propuesto. Eso es cierto, en distintos momentos podría ocurrir eso durante la redacción de una novela, y sucede porque el escritor de novela tiene mayor libertad para agregar elementos que la que tiene el cuentista, quien debe tratar en todo momento de que el cuento sea intenso y preciso, debido a la exigencia del género en el sentido de su brevedad.

La mayor diferencia existente entre un cuento y una novela es que el primero debe ser breve, apenas con un par de párrafos o páginas, mientras la segunda constituye un escrito extenso que puede tener cientos de páginas.

La novela puede ser precisa e intensa, al igual que el cuento, pero nunca podrá ser tan breve como éste.

El texto que veremos a continuación podría ser parte de un cuento o una novela, todo dependerá del interés que tenga el autor para convertirlo en una u otra cosa: 

Las flores cercanas les perfumaban el ambiente; pero ella fue deslizándose despacio, con la habilidad que tenía para atrapar a sus presas. Algo más de veinte pies era su longitud. La gente le teme porque las boas son capaces de tragarse fácilmente a un hombre, un becerro o un perro; y el niño estaba allí, inocente del serio peligro que se le acercaba. El viento fresco y agradable se movía tan despacio que lo conquistó para quedarse dormido en la sombra del frondoso árbol.

Sin dejar de olfatear el aire ella continuaba desplazándose sigilosa, sin hacer sonar, siquiera, las hojas secas sobre las cuales pasaba. Sus ojos estaban fijos en el cuerpo tendido sobre las hierbas verdes del jardín que rodeaba la casa. Sabía que con una parte de su cuerpo debía levantarlo despacio, quizás primeramente de los pies a la cintura, para irlo enrollando lentamente hasta que se llegara el momento de apretarlo con todas sus fuerzas para triturarle los huesos y asfixiarlo.

Aquella muerte, de seguro, seria horrorosa, espantosa; quizás ni le diera tiempo a que él pudiera pedir ayuda o hacer el más mínimo de los movimientos. En ese instante sus padres quizás estaban en la galería o la sala o en el comedor, ¿quién sabe?, talvez se encontraban trabajando muy distante de la casa.

Cuando ella se lo tragara y se fuera era casi seguro que la policía empezaría una ardua búsqueda, es posible que al pasar las horas pensaran en un secuestro o en cualquier situación muy alejada de la realidad ocurrida.

A ella eso no le importaba, su único instinto era tragarse al pequeño sin ni siquiera curiosear los alrededores para percatarse de que alguien no la viera. El reptil lo olfateó dándose cuenta que respiraba y tenía un olor agradable. Sabiendo que el tiempo era de suma importancia para capturar a su presa comenzó a formar un círculo por todo el alrededor del cuerpo del niño.
(Fragmento del cuento titulado “La boa”; tomado del libro Cuentos a mis ancestros)

¡Qué pena tener que hacer una pausa en el relato de este suceso!  Si realmente quiere saber qué sucederá deberá esperar un poco; ahora debemos estudiar el material que le estamos presentando, el cual se fundamenta en un objetivo: explicar cómo utilizar los recursos literarios para que el escritor presente los diálogos de los personajes y las intervenciones del narrador en tercera persona de la manera más efectiva que le sea posible.

Las formas de usar los diálogos en la narrativa serán analizadas de tal manera que parecerá como si estuviéramos en el aula de una escuela, por tal razón en cada circunstancia se indicarán ejemplos de cómo deben hacerse las escrituras, y señalaremos recomendaciones sobre aquellos elementos que consideramos más importantes.

Usted debe saber desde este momento que, como lo dice el título de este libro, trataremos sobre asuntos literarios; pero no hablaremos de cualquier cosa sino del alma misma de la narrativa.

En el contenido de este texto nos vamos a referir a las formas de presentar los diálogos, enfocándolos desde sus posiciones activas, es decir cuando esté hablando una persona, cuando hable el narrador, cuando los personajes que intervienen en un hecho se comporten como narradores de los hechos, y de otras modalidades.

Y, como nunca debe estar ausente en un compendio de esta naturaleza, diremos algo sobre la responsabilidad del escritor ante la sociedad; claro, eso lo haremos como un preámbulo que nos introducirá inmediatamente al desarrollo del contenido de este libro.



Responsabilidad social del escritor

Tomado del libro: El diálogo en la narrativa
Autor: Agustín Cruz Paulino

Este material, que sabemos es novedoso en la forma que se presenta, debe servir para la toma de conciencia de un ejercicio literario en busca de una mejor participación de los intelectuales en el seno de la sociedad, pues no concebimos a un intelectual enjaulado en sus propios conocimientos.

Cuando muere un hombre de ciencia sus ideas no repollan en el cementerio; allí no dejan ni el más pequeño de los rastros, ni siquiera se pudren, debido a que cuando muere el cuerpo las ideas se desvanecen como si se tratara de la iluminación de una vela que se extingue en lo interno de un cuarto sin persianas ni puertas.

Los intelectuales que no comparten sus conocimientos con las demás personas cometen un grave error, ya que ni siquiera se llevarán a las tumbas lo que creen saber.

El presente material será un instrumento de discusión positiva a través del cual muchos aprenderán asuntos que ignoran en torno a la narrativa, aunque la hayan estado ejerciendo; y será de gran aporte para la humanidad si quienes leen esto que estamos diciendo enseñan a alguien las cosas que saben del mundo de la literatura.

Los escritores nos quejamos de las dificultades que enfrentamos para vender los ejemplares de los libros que mandamos a imprimir; y parecemos ignorar que la juventud está siendo arropada por el mundo tecnológico que nos rodea. Hay hasta quienes han puesto fecha para la desaparición del libro impreso en papel, augurando grandes éxitos a los libros colgados en el Internet. Ante esa realidad, ¿qué estamos haciendo los escritores para proteger lo que sabemos hacer?

Si bien es cierto que la tecnología amenaza grandemente los libros impresos en papeles, también debemos entender que, si a una persona no le gusta leer cuentos y novelas, aunque les demos a ese individuo esos libros en materiales galácticos nunca consumirá esos productos. Por esa razón, cada escritor debe tomarse como su propia responsabilidad la enseñanza de las técnicas narrativas a los seres humanos con los que se pone en contacto. Esa podría ser una estrategia para formar un ejército que ame y trabaje a favor de los libros que producimos.

Si en una sociedad las personas no saben leer ni escribir, ¿para qué sirven los libros? ¿Acaso vamos a dejar que sean los programas computarizados y las maquinas quienes escriban los libros? Si la respuesta es positiva, entonces, ¿Qué sucederá con los escritores? ¿Quiénes formarán los nuevos escritores?

Los intelectuales debemos estar conscientes de que una sociedad sin lectores no necesita escritores, pero los escritores sí necesitamos a los lectores; de ahí la necesidad y deber que tenemos los escritores para crear nuevos escritores y nuevos lectores. Recordemos que mientras más escritores tienen los pueblos más lectores hay en nuestras comunidades y, por lo tanto, las ventas de libros poseen mayor cantidad de compradores.

Al contemplar lo que cotidianamente hacemos los seres humanos nos damos cuenta que no son más que repeticiones de lo que otros ya han realizado, aunque modernicemos o ajustemos a nuestras conveniencias o al ritmo por el cual marchen los pensamientos, gustos y exigencias de las comunidades. 

Uno de los requisitos principales exigido a un maestro o cualquier material que se presente con el interés de que quienes lo lean o escuchen aprendan los conceptos y técnicas que se den a conocer a través de él, es que contenga un carácter pedagógico y sea elaborado atendiendo a los factores y circunstancias en que se encuentren los individuos hacia los cuales va dirigido ese recurso, sin importar que se trate de un libro de texto diseñado para ser empleado en los salones de clases, un cuento, una novela, un ensayo, etc.

Por entender la necesidad que tienen muchos escritores, especialmente los que no son muy diestros en el uso de las técnicas narrativas, de estar capacitados para ejercer este oficio, es que nos hemos puesto como tarea redactar este conjunto de sugerencias como un aporte al mejoramiento de los trabajos que muchos realizamos, al tiempo que abrimos oportunidades para los debates sobre lo que aquí decimos.

Las ideas que se discuten traen como resultado que los individuos actuantes en los debates asuman posiciones a favor o en contra de lo expresado, dando nacimiento en muchas ocasiones a elementos nuevos más importantes que los que provocaron los debates; y sería un gran logro si ocurriera que se presentaran nuevas teorías y argumentaciones como las que estamos haciendo en estos escritos.

En el mundo de la literatura hay individuos que se creen ser los sabelotodo y, quizás por los tantos años que llevan en el ejercicio de escribir, maltratan y desilusionan a jóvenes que con buenos cerebros y buenas intenciones quieren abrirse paso en el hermoso mundo de las letras.

La ignorancia de esos escritores, de renombre internacional y de otros muy conocidos en sus países o comunidades, es muy grande en el sentido de la necesidad de que cada día el número de escritores e intelectuales crezca en todos los rincones del planeta.

¿Cuántas veces esos famosos escritores, por iniciativa propia, han impartido cursos-talleres en los barrios y comunidades pobres para enseñar técnicas sobre cómo escribir cuentos, novelas, poemas, ensayos, dramas o guiones cinematográficos? ¿Cuántos escritores usted conoce que dirigen talleres donde se les enseñen técnicas de escribir a los jóvenes escritores o a personas que quieran aprender este oficio? Para quienes se consideran famosos es más beneficioso disertar en una conferencia muy bien pagada, que impartir un curso que dure varios días.

Hemos dicho en muchas ocasiones, y repetimos nuevamente que: entre más escritores tengamos en los barrios y los pueblos, con más lectores contaremos para venderles nuestros libros. Si las personas no saben leer ni escribir, ¿para qué van a comprar libros? Cuando una persona lee un libro y éste le gusta, es casi seguro que se interesará en conseguir otro para darle lectura.

Se puede dar como un hecho que la mayoría de los escritores que viven en barrios de clase media se han encontrado con los testimonios de algunas personas residentes en esos lugares confesándoles acerca de que los libros escritos por ellos han sido los únicos que han leído completamente. Quien suscribe ha vivido en varias ocasiones esa dolorosa realidad.

El escritor comprometido con un cambio social, como dirían algunos, no debe justificar su participación a favor de la sociedad únicamente por estar publicando algunos artículos en periódicos o revistas o por hacer comentarios en programas radiales o televisivos, o en las críticas que pronuncia en charlas y conferencias. Eso es fácil, y hay quienes disfrutan ver sus nombres o rostros figurear en los medios de comunicación; lo decimos porque hemos ejercido la profesión periodística durante muchos años y hemos comprobado la realidad de que hay gentes que si no es por buena paga nunca están dispuestas a contribuir con algo a favor del pueblo, sin importarles que la sociedad y la patria marchen hacia un peligroso abismo que podría ocasionar muchos sufrimientos a niños, jóvenes y adultos, perjudicando grandemente a las instituciones y el estado de derecho.

El escritor que se siente comprometido con el bien de la sociedad asume con responsabilidad, honorabilidad y patriotismo el papel de educador que tanto necesitan los pueblos, y se convierte en el mejor de los críticos ante las cosas que están malas, sin importar que su partido político, iglesia, gobierno o empresario, sea a quien haya que enfrentar.

A muchos se les hace fácil recibir paga a través de los ministerios gubernamentales para dictar conferencias, pero nunca aportan nada de sí mismo a favor de los que viven en comunidades de escasos recursos económicos.

No crea que no estamos de acuerdo en que los trabajos intelectuales deben ser bien pagados. Defendemos que cada intelectual cobre por lo que hace, pero condenamos que esos individuos nunca den algo a cambio de nada, o mejor dicho a cambio de ver al pueblo progresar de tal manera que luego ellos se sientan satisfechos al poder decir: Yo hice cosas buenas a favor de mi pueblo sin la necesidad de que alguien me pagara algo, económicamente hablando.

Cuando damos algo bueno a cambio de nada nos llenamos de cierta alegría que no se encuentra en las fiestas, festivales o al ganarnos un ticket de lotería; realmente nos sentimos como si estuviéramos respirando el aire del Reino de los cielos. ¿Usted ha sentido eso alguna vez? ¿Ha sentido esa hermosa e inexplicable sensación?

A muchos escritores les resulta humillante y hasta repudiable emprender la tarea, por cuenta propia, de enseñarles a jóvenes –hembras y varones- el manejo de las técnicas literarias, sabiendo que es posible que algunos de esos muchachos o muchachas en cualquier momento podrían adquirir mayor notoriedad social que la que hemos cultivado durante muchos años.

Como vemos, el compromiso social de un escritor va mucho más lejos que figurear en la prensa o hablarle a un público.

El temor a enseñar a los muchachos de los barrios le perturba a muchos que se creen ser excelentes escritores porque cuentan en el soporte de casas editoriales, de empresas y políticos que apoyan todos sus proyectos, aunque dichos proyectos no se les acerquen en calidad a los que escriben esos muchachos de los barrios, los cuales perecen por no tener una persona o institución que les ayude a concretizar sus objetivos.

Ante la necesidad de instructivos que sirvan para que muchos que no pueden asistir a grandes academias, por no contar con recursos económicos para pagar costosos cursos en los cuales puedan aprender a escribir cuentos y novelas, es que hemos decidido poner en manos del público el presente material, confiados en que quienes lo reciban les sacarán el provecho para el cual ha sido creado: enseñar algo sobre el diálogo en la técnica narrativa.






Share this article :
Print PDF
 
Nosotros : SOCULA | En Plural |
Somos Los Proveedores De Revista En Plural
Copyright © 2016. Sociedadculturallatinoamericana.com - Todos los derechos Reservados
Sociedad Cultural Latinoamericana