Los
géneros literarios
en
los profesores, los estudiantes y las escuelas
Tomado del
libro: El diálogo en la narrativa
Autor: Agustín
Cruz Paulino
Aunque éste no es un libro de ensayos para tratar diferentes aspectos de
la literatura sería inapropiado no emitir una opinión sobre la necesidad de que
en las escuelas se capacite a los estudiantes acerca de las técnicas
literarias. Si no emitiéramos un juicio al respecto nuestra conciencia nos
mortificaría, debido a que siendo conscientes de esa realidad permanecimos
callados, como cómplices de ese mal; y, en verdad, eso no podemos permitirlo.
Es lamentable que los
sistemas educativos, especialmente en Estados Unidos y América Latina, no
incluyan en sus programas la necesidad y obligatoriedad de que los educadores
dedicados a la enseñanza de la literatura tengan que saber manejar a la
perfección las técnicas narrativas, poéticas y las del ensayo.
Abundan en las escuelas
y universidades profesores que imparten literatura que nunca han escrito un
poema, un cuento, una novela o un ensayo; y uno se pregunta: ¿Cómo es que les
colocan malas calificaciones a los estudiantes si ellos mismos no saben lo que
están enseñando?
No aspiramos a que todos
los educadores del área de la literatura sean grandes escritores, aunque eso
sería muy honroso para cualquier país; pero sí
deberían, por lo menos, tener un poema de su propia autoría para presentárselo
a sus alumnos y a las comunidades para las cuales laboran.
¡Qué futuro más
prometedor tendría una nación si desde niños comenzáramos a aprender las
técnicas de los diferentes géneros literarios y en las escuelas tuviéramos
maestros que supieran lo que están enseñando!
Función del maestro en la enseñanza
literaria
Tomado del
libro: El diálogo en la narrativa
Autor: Agustín
Cruz Paulino
Para que nadie se llene de engaños:
más que enseñar a un individuo el análisis de un texto literario, la función
primordial de un educador ─sin importar la
asignatura que imparta─, es hacer de sus
educandos personas críticas del ambiente que les rodea, dentro de los contextos
educativos, políticos, económicos, cívicos, moral, jurídicos y religioso; pues,
de no ser así estaríamos formando seres que podrían ocupar espacios en la
sociedad como si fueran simples libros o computadoras llenos de informaciones
que otros manejarán a sus antojos.
Erróneamente,
muchos profesores, comunicadores teóricos que poco investigan y dirigentes
políticos carentes de fundamentos ideológicos, entienden que los aspectos
políticos y económicos no deben ser introducidos en las enseñanzas educativas,
supuestamente porque eso “perjudica y acondiciona” el criterio de pensar de los
alumnos. Eso es una verdadera estupidez.
Los sistemas
políticos al elaborar los programas y textos educativos los condicionan a sus
intereses, en todo el sentido de la palabra; y las grandes potencias que
financian económicamente algunos programas escolares de nuestros mal llamados
“países en vía de desarrollo” exigen que los contenidos de los textos y las
metas a obtenerse no se salgan de los parámetros y estrategias que ellos han
diseñado.
En muchos de
nuestros países ha ocurrido que hasta los programas a impartirse en las
escuelas, y otros para supuestamente capacitar a los profesores, se hacen en
laboratorios político-educativos construidos y dirigidos por las grandes
potencias para asegurar a largo plazo sus intereses en las diferentes regiones
del planeta.
¿Quién ha dicho
que a través de la matemática a nuestros estudiantes no podemos hacerlos
individuos conscientes de la realidad económica que vive nuestro país y sus
respectivas familias?
¿Cuál es el
maestro que en la escuela le solicita a sus alumnos que investiguen la cantidad
de arroz, habichuela, aceite, carnes, huevos, chocolate, pan, plátanos, leche y
demás productos que se consumen en sus casas mensualmente, y que realicen las
multiplicaciones y sumas de los precios de cada uno de esos productos, para
luego comparar esa cantidad total con los salarios que reciben sus padres; y
después de eso, entonces, hacerlos conscientes ─por sus propias conclusiones─,
sobre las razones por las cuales sus progenitores no cuentan con recursos
económicos para llevarlos de vacaciones a ciertos lugares o comprarles algunos
juguetes, vestimentas u otros artículos que ya son indispensables para la vida
en la sociedad compleja en que vivimos?
¿Cuál es el
maestro que forma con sus estudiantes clubes ecológicos para enseñarles a
recolectar y sembrar las semillas de mangos, aguacates, limones, naranjas,
lechosas, guanábanas y de otras frutas que se consumen en los hogares? ¿A caso
en clubes de esta naturaleza no sería más efectivo enseñar la necesidad de la
reforestación y el cuidado del medio ambiente?
¿Cuánto dinero
se ahorraría el país y cuál sería la calidad de vida de sus ciudadanos si sus
habitantes recolectaran y sembraran las semillas de las frutas consumidas
diariamente?
La educación
que se imparte en las escuelas públicas y en las universidades estatales no es
gratis, como ignorantemente expresan algunos; los recursos que en ellas se
invierten provienen de los impuestos que se les cobran a los ciudadanos y a los
empresarios, pues la capacidad productiva del Estado es muy ínfima para generar
los recursos que necesitan las comunidades para su propio desarrollo y
funcionamiento, sin importar que se trate de ciudades de Estados Unidos o
América Latina.
Y las
situaciones cada día son peores para la población debido a que muchos gobiernos
aplican políticas y medidas neoliberales que conllevan a entregarle al sector
privado importantes empresas que son patrimonio del pueblo, y cuando eso
ocurre, y a los nuevos dueños lo que les interesa es ganar dinero, prontamente
aumentan los precios de los artículos que producen y el Estado se ve en la
obligación de subsidiar parte del costo de esas mercancías, lo que en mediano
plazo se convierte en un mal negocio para la población, debido a que a partir
de esos momentos las empresas ya no son del pueblo y los gobiernos se ven en la
obligación hasta de exonerarles los impuestos que deben pagar esas empresas
para importar y exportar las materias primarias y los productos terminados.
Claro, como
todo se trata de intereses políticos y económicos, a los políticos entregados
en cuerpo y alma al sistema corrupto que nos maltrata y estrangula, no les
interesa que los profesores y estudiantes sean conscientes de estas realidades,
debido a que eso conllevaría a los individuos a convertirse en cuestionadores del
porqué ocurren ciertas cosas; y eso obligaría a las implementaciones de medidas
que reducirían las ganancias de las multinacionales y traerían más beneficios
para las poblaciones.
Esa es la
realidad por la cual nuestros gobiernos están empeñados en que la educación
pública sea cada vez más deficiente y que las universidades gradúen cada año a
miles de profesionales que se convierten en innecesarios, ya que un gran número
de ellos satura las ciudades, sumándose esos nuevos profesionales al carnaval
de los desempleados. El que lo dude que se pregunte: ¿Cuántos abogados,
periodistas y profesores, tenemos en cada uno de nuestros pueblos, y cuáles son
las fuentes de trabajo que tienen esas comunidades para que ellos puedan
desempeñarse en sus áreas profesionales?
Las poblaciones
no tienen ideas de la cantidad de recursos económicos que necesita un Estado
para crear un nuevo profesional. ¡Cuántos salarios son desperdiciados cada vez
que tiramos a las calles a un profesional que no ejerce en toda su
potencialidad la carrera que cursó! ¡Cuántas horas de estudios se han perdido!
Y si reflexionamos sobre la escasa formación técnica y capacidad intelectual,
revestida de ingeniosidad para insertarse con dignidad en el campo laboral que
tienen los estudiantes que terminan los estudios secundarios, a cualquiera le
da ganas de llorar.
Ese conjunto de
incapacidad tiene su mayor grado de exhibición en las tantas jornadas de
protestas, casi siempre con la suspensión de la docencia, que llevan a cabo los
profesores en muchos lugares de Latinoamérica, los cuales siempre viven
demandando aumentos salariales, pero nunca luchan para que los gobiernos
ejecuten programas y proyectos para capacitarlos a ellos, como verdaderos
educadores, pues, los profesores no son conscientes de lo que saben ni de lo
que deben aprender para convertirse en verdaderos maestros.
Obtener un
título en la universidad no convierte a una persona en maestro; la vocación y
la capacidad individual es la que asigna a un educador esa hermosa categoría.
Los maestros
deberían tener mejores salarios que los diputados y senadores. La verdad es que
un maestro que tenga capacidad intelectual para ser educador y disponibilidad
patriótica para enseñar es más importante para el futuro de la patria que un
congresista. Ahora bien, aunque las escuelas están llenas de profesores los
maestros son sumamente escasos.
Un maestro
nunca se solidariza con la suspensión de la docencia por la exigencia de un
aumento salarial; el mejor ejemplo lo constituye el humanista y pedagogo Don
Eugenio María de Hostos, puertorriqueño de nacimiento, dominicano por
solidaridad, antillano por convicción política; y hombre de bien, porque así lo
quiso Dios.
¿Qué es lo más difícil para un
narrador?
Tomado del
libro: El diálogo en la narrativa
Autor: Agustín
Cruz Paulino
Cuando se nos pregunta acerca de qué es lo más difícil para un narrador
al momento de comenzar a escribir, las personas esperan que digamos que lo más
importante es estar inspirado, pero al aclararle que si bien es cierto que la
inspiración genera buenos pensamientos y nos da ánimo para formar un torrente
de frases y oraciones, también es verdad que el intelectual no debe estar atado
a que le llegue un momento de inspiración para escribir sus obras. El escritor
consagrado a este oficio sabe que no importa si llueve o el sol esté radiante,
o si se encuentra feliz, enfadado o desilusionado con una situación; él sabe
que debe buscar elementos que les ayuden a crear sus temas.
No vaya usted a creer que basta con saber el tema sobre el cual se desea
escribir; si así fuera el mundo de las letras todos los intelectuales
escribirían sobre los diferentes aspectos de la vida, la política, la
criminalidad, salud personal, medio ambiente, problemas que afectan a la
juventud, la homosexualidad, las comunicaciones, las tecnologías, las guerras,
la paz que tanto necesitamos; escribiríamos sobre Dios, sobre el diablo, sobre
los ángeles y los demonios; en fin, tendríamos diariamente cientos de temas
para llenar miles de páginas; pero eso no es lo más importante, como tampoco lo
es el tiempo, los recursos económicos y el espacio físico en que nos
encontremos.
Un escritor puede tener millones de títulos sobre los cuales le gustaría
escribir, y podría poseer una inmensa fortuna en sus cuentas bancarias, y hasta
estar en una confortable oficina rodeado de objetos que les agranden su estado
emocional; pero eso no es suficiente para escribir, pues le falta lo más
importante. Usted se pregunta: ¿Qué es lo más importante?, y nosotros le
decimos: conocer el inicio y el final de una historia.
Poseer un buen inicio y un buen final es la clave para lograr una buena
obra, lógicamente, si se saben manejar los recursos de las técnicas narrativas.
El oficio del escritor es como el trabajo de un agricultor, ambos deben
saber a la perfección qué harán en cada etapa de sus labores; quizás lo primero
será el desmonte; después, el arado; luego, recoger las piedras; y continuará
sembrando las semillas, haciendo las limpiezas del terreno, fumigando, abriendo
los canales para que el terreno se moje; y cuando haya recogido la cosecha y la
venda, entonces, ejecutará la última parte de su trabajo: invertir los recursos
económicos en las cosas para las cuales realizó esas faenas, pues ningún
agricultor se pone a trabajar sin tener un propósito determinado.
Como lo ha dicho el profesor Juan Bosch, en su excelente ensayo titulado “Apuntes sobre el arte de escribir cuentos”, un redactor de cuentos no puede ser como un individuo que sale de su
casa a caminar por las calles sin saber para dónde va; porque, según lo expresado
por Bosch, el cuento es
como una flecha que se dispara hacia un lugar específico. El cuentista no puede
comenzar a escribir algo sin saber hasta dónde llegará. El
cuento ─desde que se concibe en la mente del escritor─, debe tener un comienzo
y un final.
Algunos pueden decir que al escribirse una novela el autor sabe cómo
iniciará su historia y que tiene ideas claras de cómo finalizará, pero que al ir
desarrollando la trama les surgen ideas para variar el final que anteriormente
se había propuesto. Eso es cierto, en distintos momentos podría ocurrir eso
durante la redacción de una novela, y sucede porque
el escritor de novela tiene mayor libertad para agregar elementos que la que
tiene el cuentista, quien debe tratar en todo momento de que el cuento sea
intenso y preciso, debido a la exigencia del género en el sentido de su
brevedad.
La mayor diferencia existente entre un cuento y una novela es que el
primero debe ser breve, apenas con un par de párrafos o páginas, mientras la
segunda constituye un escrito extenso que puede tener cientos de páginas.
La novela puede ser precisa e intensa, al igual que el cuento, pero
nunca podrá ser tan breve como éste.
El texto que veremos a continuación podría ser parte de un cuento o una
novela, todo dependerá del interés que tenga el autor para convertirlo en una u
otra cosa:
Las flores cercanas les
perfumaban el ambiente; pero ella fue deslizándose despacio, con la habilidad
que tenía para atrapar a sus presas. Algo más de veinte pies era su longitud.
La gente le teme porque las boas son capaces de tragarse fácilmente a un
hombre, un becerro o un perro; y el niño estaba allí, inocente del serio
peligro que se le acercaba. El viento fresco y agradable se movía tan despacio
que lo conquistó para quedarse dormido en
la sombra del frondoso árbol.
Sin dejar de olfatear el
aire ella continuaba desplazándose sigilosa, sin hacer sonar, siquiera, las
hojas secas sobre las cuales pasaba. Sus ojos estaban fijos en el cuerpo
tendido sobre las hierbas verdes del jardín que rodeaba la casa. Sabía que con
una parte de su cuerpo debía levantarlo despacio, quizás primeramente de los
pies a la cintura, para irlo enrollando lentamente hasta que se llegara el
momento de apretarlo con todas sus fuerzas para triturarle los huesos y
asfixiarlo.
Aquella muerte, de seguro,
seria horrorosa, espantosa; quizás ni le diera tiempo a que él pudiera pedir
ayuda o hacer el más mínimo de los movimientos. En ese instante sus padres
quizás estaban en la galería o la sala o en el comedor, ¿quién sabe?, talvez se
encontraban trabajando muy distante de la casa.
Cuando ella se lo tragara y
se fuera era casi seguro que la policía empezaría una ardua búsqueda, es
posible que al pasar las horas pensaran en un secuestro o en cualquier
situación muy alejada de la realidad ocurrida.
A ella eso no le importaba,
su único instinto era tragarse al pequeño sin ni siquiera curiosear los
alrededores para percatarse de que alguien no la viera. El reptil lo olfateó
dándose cuenta que respiraba y tenía un olor agradable. Sabiendo que el tiempo
era de suma importancia para capturar a su presa comenzó a formar un círculo
por todo el alrededor del cuerpo del niño.
(Fragmento del cuento
titulado “La boa”; tomado del libro Cuentos a mis ancestros)
¡Qué pena
tener que hacer una pausa en el relato de este suceso! Si realmente quiere saber qué sucederá deberá
esperar un poco; ahora debemos estudiar el material que le estamos presentando,
el cual se fundamenta en un objetivo: explicar cómo utilizar los recursos
literarios para que el escritor presente los diálogos de los personajes y las
intervenciones del narrador en tercera persona de la manera más efectiva que le
sea posible.
Las formas
de usar los diálogos en la narrativa serán analizadas de tal manera que
parecerá como si estuviéramos en el aula de una escuela, por tal razón en cada
circunstancia se indicarán ejemplos de cómo deben hacerse las escrituras, y
señalaremos recomendaciones sobre aquellos elementos que consideramos más
importantes.
Usted debe
saber desde este momento que, como lo dice el título de este libro, trataremos
sobre asuntos literarios; pero no hablaremos de cualquier cosa sino del alma
misma de la narrativa.
En el contenido
de este texto nos vamos a referir a las formas de presentar los diálogos,
enfocándolos desde sus posiciones activas, es decir cuando esté hablando una
persona, cuando hable el narrador, cuando los personajes que intervienen en un
hecho se comporten como narradores de los hechos, y de otras modalidades.
Y, como
nunca debe estar ausente en un compendio de esta naturaleza, diremos algo sobre
la responsabilidad del escritor ante la sociedad; claro, eso lo haremos como un
preámbulo que nos introducirá inmediatamente al desarrollo del contenido de
este libro.
Responsabilidad
social del escritor
Tomado del
libro: El diálogo en la narrativa
Autor: Agustín
Cruz Paulino
Este
material, que sabemos es novedoso en la forma que se presenta, debe servir para
la toma de conciencia de un ejercicio literario en busca de una mejor
participación de los intelectuales en el seno de la sociedad, pues no
concebimos a un intelectual enjaulado en sus propios conocimientos.
Cuando muere
un hombre de ciencia sus ideas no repollan en el cementerio; allí no dejan ni
el más pequeño de los rastros, ni siquiera se pudren, debido a que cuando muere
el cuerpo las ideas se desvanecen como si se tratara de la iluminación de una
vela que se extingue en lo interno de un cuarto sin persianas ni puertas.
Los
intelectuales que no comparten sus conocimientos con las demás personas cometen
un grave error, ya que ni siquiera se llevarán a las tumbas lo que creen saber.
El presente
material será un instrumento de discusión positiva a través del cual muchos
aprenderán asuntos que ignoran en torno a la narrativa, aunque la hayan estado
ejerciendo; y será de gran aporte para la humanidad si quienes leen esto que
estamos diciendo enseñan a alguien las cosas que saben del mundo de la
literatura.
Los
escritores nos quejamos de las dificultades que enfrentamos para vender los
ejemplares de los libros que mandamos a imprimir; y parecemos ignorar que la
juventud está siendo arropada por el mundo tecnológico que nos rodea. Hay hasta
quienes han puesto fecha para la desaparición del libro impreso en papel,
augurando grandes éxitos a los libros colgados en el Internet. Ante esa
realidad, ¿qué estamos haciendo los escritores para proteger lo que sabemos
hacer?
Si bien es
cierto que la tecnología amenaza grandemente los libros impresos en papeles,
también debemos entender que, si a una persona no le gusta leer cuentos y
novelas, aunque les demos a ese individuo esos libros en materiales galácticos
nunca consumirá esos productos. Por esa razón, cada escritor debe tomarse como
su propia responsabilidad la enseñanza de las técnicas narrativas a los seres
humanos con los que se pone en contacto. Esa podría ser una estrategia para
formar un ejército que ame y trabaje a favor de los libros que producimos.
Si en una
sociedad las personas no saben leer ni escribir, ¿para qué sirven los libros?
¿Acaso vamos a dejar que sean los programas computarizados y las maquinas
quienes escriban los libros? Si la respuesta es positiva, entonces, ¿Qué
sucederá con los escritores? ¿Quiénes formarán los nuevos escritores?
Los
intelectuales debemos estar conscientes de que una sociedad sin lectores no
necesita escritores, pero los escritores sí necesitamos a los lectores; de ahí
la necesidad y deber que tenemos los escritores para crear nuevos escritores y
nuevos lectores. Recordemos que mientras más escritores tienen los pueblos más
lectores hay en nuestras comunidades y, por lo tanto, las ventas de libros
poseen mayor cantidad de compradores.
Al
contemplar lo que cotidianamente hacemos los seres humanos nos damos cuenta que
no son más que repeticiones de lo que otros ya han realizado, aunque modernicemos
o ajustemos a nuestras conveniencias o al ritmo por el cual marchen los
pensamientos, gustos y exigencias de las comunidades.
Uno de los
requisitos principales exigido a un maestro o cualquier material que se
presente con el interés de que quienes lo lean o escuchen aprendan los conceptos
y técnicas que se den a conocer a través de él, es que contenga un carácter
pedagógico y sea elaborado atendiendo a los factores y circunstancias en que se
encuentren los individuos hacia los cuales va dirigido ese recurso, sin
importar que se trate de un libro de texto diseñado para ser empleado en los
salones de clases, un cuento, una novela, un ensayo, etc.
Por entender
la necesidad que tienen muchos escritores, especialmente los que no son muy
diestros en el uso de las técnicas narrativas, de estar capacitados para
ejercer este oficio, es que nos hemos puesto como tarea redactar este conjunto
de sugerencias como un aporte al mejoramiento de los trabajos que muchos
realizamos, al tiempo que abrimos oportunidades para los debates sobre lo que
aquí decimos.
Las ideas
que se discuten traen como resultado que los individuos actuantes en los debates
asuman posiciones a favor o en contra de lo expresado, dando nacimiento en
muchas ocasiones a elementos nuevos más importantes que los que provocaron los
debates; y sería un gran logro si ocurriera que se presentaran nuevas teorías y
argumentaciones como las que estamos haciendo en estos escritos.
En el mundo
de la literatura hay individuos que se creen ser los sabelotodo y, quizás por
los tantos años que llevan en el ejercicio de escribir, maltratan y
desilusionan a jóvenes que con buenos cerebros y buenas intenciones quieren
abrirse paso en el hermoso mundo de las letras.
La
ignorancia de esos escritores, de renombre internacional y de otros muy
conocidos en sus países o comunidades, es muy grande en el sentido de la
necesidad de que cada día el número de escritores e intelectuales crezca en
todos los rincones del planeta.
¿Cuántas
veces esos famosos escritores, por iniciativa propia, han impartido
cursos-talleres en los barrios y comunidades pobres para enseñar técnicas sobre
cómo escribir cuentos, novelas, poemas, ensayos, dramas o guiones
cinematográficos? ¿Cuántos escritores usted conoce que dirigen talleres donde
se les enseñen técnicas de escribir a los jóvenes escritores o a personas que
quieran aprender este oficio? Para quienes se consideran famosos es más
beneficioso disertar en una conferencia muy bien pagada, que impartir un curso
que dure varios días.
Hemos dicho
en muchas ocasiones, y repetimos nuevamente que: entre más escritores tengamos
en los barrios y los pueblos, con más lectores contaremos para venderles
nuestros libros. Si las personas no saben leer ni escribir, ¿para qué van a
comprar libros? Cuando una persona lee un libro y éste le gusta, es casi seguro
que se interesará en conseguir otro para darle lectura.
Se puede dar
como un hecho que la mayoría de los escritores que viven en barrios de clase
media se han encontrado con los testimonios de algunas personas residentes en
esos lugares confesándoles acerca de que los libros escritos por ellos han sido
los únicos que han leído completamente. Quien suscribe ha vivido en varias
ocasiones esa dolorosa realidad.
El escritor
comprometido con un cambio social, como dirían algunos, no debe justificar su
participación a favor de la sociedad únicamente por estar publicando algunos
artículos en periódicos o revistas o por hacer comentarios en programas
radiales o televisivos, o en las críticas que pronuncia en charlas y
conferencias. Eso es fácil, y hay quienes disfrutan ver sus nombres o rostros
figurear en los medios de comunicación; lo decimos porque hemos ejercido la
profesión periodística durante muchos años y hemos comprobado la realidad de
que hay gentes que si no es por buena paga nunca están dispuestas a contribuir
con algo a favor del pueblo, sin importarles que la sociedad y la patria
marchen hacia un peligroso abismo que podría ocasionar muchos sufrimientos a
niños, jóvenes y adultos, perjudicando grandemente a las instituciones y el
estado de derecho.
El escritor
que se siente comprometido con el bien de la sociedad asume con
responsabilidad, honorabilidad y patriotismo el papel de educador que tanto
necesitan los pueblos, y se convierte en el mejor de los críticos ante las
cosas que están malas, sin importar que su partido político, iglesia, gobierno
o empresario, sea a quien haya que enfrentar.
A muchos se
les hace fácil recibir paga a través de los ministerios gubernamentales para
dictar conferencias, pero nunca aportan nada de sí mismo a favor de los que
viven en comunidades de escasos recursos económicos.
No crea que
no estamos de acuerdo en que los trabajos intelectuales deben ser bien pagados.
Defendemos que cada intelectual cobre por lo que hace, pero condenamos que esos
individuos nunca den algo a cambio de nada, o mejor dicho a cambio de ver al
pueblo progresar de tal manera que luego ellos se sientan satisfechos al poder
decir: Yo hice cosas buenas a favor de mi pueblo sin la necesidad de que
alguien me pagara algo, económicamente hablando.
Cuando damos
algo bueno a cambio de nada nos llenamos de cierta alegría que no se encuentra
en las fiestas, festivales o al ganarnos un ticket de lotería; realmente nos sentimos
como si estuviéramos respirando el aire del Reino de los cielos. ¿Usted ha
sentido eso alguna vez? ¿Ha sentido esa hermosa e inexplicable sensación?
A muchos
escritores les resulta humillante y hasta repudiable emprender la tarea, por
cuenta propia, de enseñarles a jóvenes –hembras y varones- el manejo de las
técnicas literarias, sabiendo que es posible que algunos de esos muchachos o
muchachas en cualquier momento podrían adquirir mayor notoriedad social que la
que hemos cultivado durante muchos años.
Como vemos,
el compromiso social de un escritor va mucho más lejos que figurear en la
prensa o hablarle a un público.
El temor a
enseñar a los muchachos de los barrios le perturba a muchos que se creen ser
excelentes escritores porque cuentan en el soporte de casas editoriales, de
empresas y políticos que apoyan todos sus proyectos, aunque dichos proyectos no
se les acerquen en calidad a los que escriben esos muchachos de los barrios,
los cuales perecen por no tener una persona o institución que les ayude a
concretizar sus objetivos.
Ante la
necesidad de instructivos que sirvan para que muchos que no pueden asistir a
grandes academias, por no contar con recursos económicos para pagar costosos
cursos en los cuales puedan aprender a escribir cuentos y novelas, es que hemos
decidido poner en manos del público el presente material, confiados en que
quienes lo reciban les sacarán el provecho para el cual ha sido creado: enseñar
algo sobre el diálogo en la técnica narrativa.